tomado de alainet.org
lunes, 17 de enero de 2011
Bienaventuranzas del voluntariado social
tomado de alainet.org
martes, 4 de enero de 2011
¿Por qué el socialismo?
leer más: http://midar.wordpress.com/2007/05/24/why-socialism-por-que-el-socialismo-albert-einstein/
lunes, 3 de enero de 2011
¿Antisistema? Por supuesto
por JOSEP MARIA ANTENTAS Y ESTHER VIVAS
tomado de Publico.esJosep Maria Antentas y Esther Vivas son autores de ‘Resistencias Globales. De Seattle
a la crisis de Wall Street’
A raíz de los incidentes ocurridos en Barcelona el 29-S, la crítica a los “antisistema” ha inundado el debate en los medios de comunicación asociando, de forma reduccionista y descontextualizada, el concepto antisistema y la violencia urbana.
Lejos de esta imagen interesada, la práctica diaria de los “antisistema” se encuentra en las federaciones de vecinos opuestas a la especulación inmobiliaria, en el sindicalismo alternativo, en el activismo contra el cambio climático, en los foros sociales, en la defensa del territorio frente a las grandes infraestructuras, en los centros sociales autogestionados, en la generación de experiencias de consumo alternativo y de promoción de la agroecología, o en los intentos de abrir una brecha en el sistema político impulsando candidaturas alternativas. Los movimientos sociales alternativos se caracterizan por ser motores del cambio social, generar propuestas rompedoras y fomentar nuevas formas de sociabilidad, de pensamiento crítico y de creación artística, liberando la creatividad humana encorsetada en las rutinas cotidianas.
En un contexto donde la credibilidad y la legitimidad del actual modelo económico está en entredicho, a pesar de que sus valores han penetrado profundamente en las conciencias de los de abajo, el poder establecido lucha para evitar que descrédito y malestar se transformen en movilización. Para conseguirlo es preciso que los trabajadores piensen que esta no sirve para nada y que todo está perdido de antemano. De ahí los discursos oficiales sobre la imposibilidad de practicar otra política, de ir contra los mercados internacionales, de la inevitabilidad de las reformas anunciadas, y las tentativas de fabricar un mensaje mediático de fracaso del 29-S con fines desmoralizadores.
Se requiere también desacreditar al anticapitalismo emergente y a los movimientos sociales. Los intentos de criminalizarlos y estigmatizarlos pretenden abrir una fosa insalvable entre las minorías activistas y el grueso de los sectores populares. Lo vimos a comienzos de siglo en el momento de auge del movimiento “antiglobalización” y lo vemos ahora en medio de las resistencias a la crisis.
El sensacionalismo en torno a la violencia del 29-S ha buscado descalificar directamente a la huelga, en el caso de los sectores reaccionarios opuestos a la misma, o a los movimientos sociales alternativos, en el caso de la izquierda institucional, favorable a la convocatoria, pero contraria a una perspectiva de ruptura con el presente orden de cosas.
El tratamiento mediático de las acciones violentas cuando tienen lugar en manifestaciones y actos de protesta contrasta crudamente con el de la violencia de todo tipo que emana de las relaciones de poder, dominación y explotación del sistema actual, a menudo invisibilizada y naturalizada. Así, por ejemplo, el énfasis exagerado en los destrozos en inmuebles el día de la huelga sirve para esconder violencias mucho más graves sobre personas ocurridas durante la misma, como la represión policial a los piquetes sindicales y, sobre todo, las coacciones empresariales a los trabajadores para que no secundaran la huelga.
Ante un sistema sombrío y violento, incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la mayoría de seres humanos y responsable de una crisis ecológica global que amenaza a la propia supervivencia de la especie, somos muchos quienes sin duda nos consideramos antisistema, aunque le veamos poca utilidad en utilizar un concepto fabricado por los mass media y de claras connotaciones peyorativas. Si el sistema al que nos oponemos es el capitalismo, nada mejor que definirnos simplemente como anticapitalistas.
A pesar de su aparente carácter negativo, el anticapitalismo, tal y como lo entendemos, desemboca directamente en la formulación de propuestas alternativas que apuntan hacia otro modelo de sociedad. “La indignación es un comienzo. Uno se indigna, se levanta y después ya ve”, señalaba el filósofo francés Daniel Bensaïd. Del rechazo inicial a lo existente se pasa después a la defensa de otra lógica opuesta a la del capital y a la dominación.
Los límites del término son, en cierta forma, los límites del periodo actual, todavía de resistencia y de (re)construcción, marcado por la dificultad para expresar una perspectiva estratégica en positivo y para afirmar tanto una perspectiva revolucionaria de transformación, como un horizonte de sociedad alternativo. Los grandes conceptos de la historia del movimiento obrero, como “socialismo” o “comunismo”, tienen hoy un significado equívoco debido al fracaso de los proyectos emancipatorios del siglo XX. Se precisan todavía nuevas experiencias fundacionales para imponer nuevos términos o recuperar los antiguos.
En vistas de cómo va el mundo, el anticapitalismo es hoy una apuesta perfectamente razonable y un verdadero imperativo moral y estratégico. No parece que sean los antisistema quienes deban justificarse, sino los pro-sistema quienes deberían hacerlo. “No se puede ser neutral en un tren en marcha”, nos recordaba el historiador Howard Zinn en su autobiografía, y menos en un tren desbocado hacia el precipicio como lo es la humanidad, retomando la lúcida metáfora de Walter Benjamin. Hay que escoger entre dos lógicas antagónicas, la de la competencia y del todos contra todos o la de los bienes comunes y la solidaridad. Este es el dilema planteado por los movimientos anticapitalistas y antisistémicos de hoy en día.
http://blogs.publico.es/otrasmiradas/108/%C2%BFantisistema-por-supuesto/
martes, 21 de diciembre de 2010
¿Vivir mejor o «el buen vivir»?
tomado de Alainet.org
En los últimos años, a la vista del crecimiento de la pobreza y de la urbanización favelizada del mundo y hasta por un sentido de decencia, la ONU introdujo la categoría IDH, el «Índice de Desarrollo Humano». En él se incluyen valores intangibles como salud, educación, igualdad social, cuidado de la naturaleza, equidad de género y otros. Ha enriquecido el sentido de «calidad de vida», que era entendido de forma muy materialista: goza de una buena calidad de vida quien consume más y mejor. Según el IDH, la pequeña Cuba se presenta mejor situada que Estados Unidos aunque con un PIB comparativamente ínfimo.
Por delante de todos los países está Bután, encajonado entre la China y la India, a los pies del Himalaya, muy pobre materialmente, pero que estableció oficialmente el «Índice de Felicidad Interna Bruta». Ésta no se mide por criterios cuantitativos, sino cualitativos, como buen gobierno de las autoridades, distribución equitativa de los excedentes de la agricultura de subsistencia, de la extracción vegetal y de la venta de energía a la India, buena salud y educación y, especialmente, buen nivel de cooperación de todos para garantizar la paz social.
En las tradiciones indígenas de Abya Yala, nombre para nuestro continente indoamericano, en vez de «vivir mejor» se habla de «el buen vivir». Esta categoría entró en las constituciones de Bolivia y Ecuador como el objetivo social a ser perseguido por el Estado y por toda la sociedad.
El «vivir mejor» supone una ética del progreso ilimitado y nos incita a una competición con los otros para crear más y más condiciones para «vivir mejor». Sin embargo, para que algunos puedan «vivir mejor» millones y millones tienen y han tenido que «vivir mal». Es la contradicción capitalista.
Por el contrario, el «buen vivir» apunta a una ética de lo suficiente para toda la comunidad, y no solamente para el individuo. El «buen vivir» supone una visión holística e integradora del ser humano, inmerso en la gran comunidad terrenal, que incluye además de al ser humano, al aire, el agua, los suelos, las montañas, los árboles y los animales; es estar en profunda comunión con la Pachamama (Tierra), con las energías del Universo, y con Dios.
La preocupación central no es acumular. Además, la Madre Tierra nos proporciona todo lo que necesitamos. Con nuestro trabajo suplimos lo que ella por las excesivas agresiones no nos puede dar, o le ayudamos a producir lo suficiente y decente para todos, también para los animales y las plantas. El «buen vivir» es estar en permanente armonía con todo, celebrando los ritos sagrados que continuamente renuevan la conexión cósmica y con Dios.
El «buen vivir» nos convida a no consumir más de lo que el ecosistema puede soportar, a evitar la producción de residuos que no podemos absorber con seguridad y nos incita a reutilizar y reciclar todo lo que hemos usado. Será un consumo reciclable y frugal. Entonces no habrá escasez.
En esta época de búsqueda de nuevos caminos para la humanidad la idea del «buen vivir» tiene mucho que enseñarnos.
- Leonardo Boff es teólogo.
Un Mundo de Gente Rentable
por JESÚS MIGUEL MARCOS
tomado de Publico.es
Seguro que recuerdan aquel chiste de un ingeniero, un físico y un informático que se quedan tirados en una autopista. Los dos primeros se enzarzan en una discusión sobre si hay que revisar la correa de distribución o la temperatura del radiador. El informático, mirándoles con cierta incredulidad, concluye con esta pregunta: ¿Y si salimos y volvemos a entrar? Da risa, pero es probable que su sugerencia sea incluso más práctica que la que hubiera ofrecido un filósofo. Por ejemplo: ¿Qué premisas podemos establecer para construir argumentos válidos que nos encaminen a una solución a nuestro problema en la autopista?
leer más..- http://www.publico.es/culturas/348928/un-mundo-de-gente-rentable